
LA LUZ TITILANTE DE CIPRIANO
La luz titilante de Cipriano.
Cruzan nubes grises el día amenaza tormenta, nada extraño para finales de diciembre. Cipriano el hombre que despierta con ojos como si todo lo viera por primera vez, un hombre proveniente de una tierra virgen, de una época donde lo natural era lo cotidiano. Cipriano descendiente de una generación luchadora, la que dio mucho y tuvo tan poco. Una generación con manos ásperas y sedoso corazón.
Cipriano como cada día se viste de sencillez, su compañero de viaje el silencio y su vieja camioneta es la que reverbera el viento. La vieja camioneta sumada en años al igual que él. Le lleva todas las mañanas a recoger de los supermercados los víveres donados por gentes; que en algún momento de su estresante vida se acuerdan de que es Navidad, y en Navidad hay que ayudar y así todos tener una buena cena. Víveres que Cipriano por la tarde racionará a todos esos rostros de mirada profunda y lánguida.
Rostros diversos, algunos atípicos; los asiduos y otros que llegan nuevos, con vergüenza y timidez. Rostros viejos, rostros jóvenes, rostros de inocente infancia. Rostros que perdieron la sonrisa y en algunos casos hasta la dignidad. Algunos descarados, capaces de romper el duro ambiente que allí se respira por aquello de “donde hay confianza”. Rostros que muestran las arrugas del sufrimiento, con las cicatrices impregnadas de la vida. Rostros llenos de vida y en un abrir y cerrar de ojos hundidos en la penumbra de una realidad, de una pandemia que les arrebató tanto.
Todos esos rostros con un alma, posiblemente la mayoría sin saber quienes son o a donde van. Para Cipriano y su prudencia, hasta donde alcanza la razón y más allá de lo que muestran sus rostros, personas, de piel y huesos como el mismo. Varias décadas lleva Cipriano contemplando rostros y eclipsando corazones de manera desinteresada. Cree saber que le mueve el amor, su motor o su alma pura y transparente. Lo que si sabe es que nunca quiso el oro, siquiera el bronce, tan sólo algo que su padre le dijo una vez:
«Si a tu vecino le azota el fuerte oleaje, préstale tu salvavidas y os salvaréis los dos».
En la Navidad de la pandemia algunos milagros existen y se llaman Cipriano.
La luz titilante de Cipriano
-Que la Luna os sonría-
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FRÍA ESTAMPA DE NIEVE
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