¿EXISTE EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD?
¿Existe el espíritu de la Navidad? Después de la copiosa cena de nochebuena, aprovechando el momento donde todos bailaban y cantaban, Martina intentó alejarse a un lugar más tranquilo y silencioso. Conservaba todavía la butaca donde su madre le leía todos los cuentos durante su infancia. Ahora permanecía en un rincón de la casa, olvidada para todos, menos para ella.
Cuando Martina se sentaba en esa butaca era como si volviera a vivir toda su vida de nuevo, la veía pasar por capítulos, recordaba cada detalle, cada instante. Es posible que no recordara lo que comió ayer, sin embargo, se acordaba perfectamente de como fue su infancia, de sus padres y hermanos y sobre todo de aquella inverosímil navidad de 2020. A sus 70 años todavía le sigue pareciendo increíble que ocurriera todo aquello.
En seguida aparecieron Javier y Natalia, sus inseparables nietos. Como solían hacer, se sentó cada uno a un lado en sus pies y le rogaron que les contara la historia de la Navidad de 2020.
Martina se agachó a darles un beso en la frente a cada uno, sintiéndose afortunada de poderles besar, solo ella sabía lo que eso significaba, lo bello que es sentir la suavidad de su piel y lo duro cuando te lo arrebatan.
A continuación, cerró los ojos, respiro profundo y buscó en su mente el recuerdo de aquel olor a canela y jengibre de las galletas de navidad que siempre hacía su madre. Aquel año no hubo olor a canela ni a jengibre, aquel año solo hubo olor a desaliento.
Comenzó a relatarles el capítulo de su vida que todo lo cambió.
«Como todos los años a finales de noviembre las ciudades y pueblos inauguraban sus increíbles alumbrados navideños. El ambiente navideño llegó ese año más tímido que nunca. Todo el mundo quería contribuir para que la magia de la Navidad no se viera relegada por el COVID, como había sucedido con todas las demás fiestas ese año. Debía de ser por esa razón por la que Martina recuerda más luces que nunca, más casas decoradas, había intención, aunque no ganas. El aire estaba impreso de melancolía, incertidumbre, olía raruno.
Llegaron las deseadas vacaciones de Navidad, Martina como cualquier niña de su edad las esperaba con alegría e ilusión, a los 9 años la Navidad es exclusiva magia. Aunque las cosas en casa no eran como antes. Se preveían unas navidades diferentes, no podían imaginarse cuanto.
Jesús, el padre de Martina, continuaba en paro. En noviembre de 2019 cambio su empleo fijo de gerente en una multinacional de seguros a una empresa americana de logística. El puesto era muy tentador y posiblemente todo hubiera ido bien si no hubiera llegado la pandemia en marzo y como consecuencia su despido. Culpabilidad y enojo por aquel cambio, así se sentía.
La madre de Martina en aquel momento no trabajaba, se encargaba de cuidar de ella y de sus hermanos, unos gemelos de 4 años. También atendía a Manolo, un vecino de edad avanzada y un hombre bastante hermético. Manolo vivía solo, no tenía familia cercana, por lo que su madre le echaba una mano en todo lo que necesitaba y ya de paso le daban compañía. Había pasado más de la mitad de su vida en Inglaterra, volvió a España cuando se jubiló.
Los problemas económicos ya llevaban unos meses afectando a la familia de Martina. Sus padres intentaban hacerlo invisible para los niños. Los abuelos de Martina los ayudaban en todo lo que podían. No pudieron celebrar la Navidad con la familia, aunque no les faltó de nada gracias a sus abuelos. Papa Noel llegó menos abundante, eso a Martina no le importó. No poder jugar con sus primos, disfrazarse y hacer karaokes, eso si que lo echaba de menos.
Fue una mañana a finales de diciembre, ella pintaba en la sala de estar junto a sus hermanos, cuando oyó a su madre llorar en la cocina. Se acercó sigilosa y escondida sobre el marco de la puerta escuchó. Su madre entre sollozos hablaba con su padre:
Daniel el banco lo deja claro en su carta. Nos dan de plazo un mes para pagar los 6 meses de hipoteca que debemos y si no nos embargan la casa. ¡Ay dios mío Daniel! ¡Que vamos a hacer! Mis padres con su pensión ya no pueden ayudarnos más y tu madre viuda figúrate. Martina vio como los dos se abrazaban llorando, una imagen grabada para siempre en su memoria. Todavía hoy cuando lo recuerda se le pone la piel de gallina.
A pesar de no entender muy bien toda la conversación, supo como su mundo se hundía.
Transcurrieron varios días sin novedades. Los padres de Martina cubrían su semblante triste tras una sonrisa forzada cuando estaban con los niños. A Martina ya no se le escapaba ningún detalle. Ella también disimulaba a su modo.
La madre de Martina tan solo conseguía desahogarse un poco cuando acudía a la visita diaria con Manolo, mientras le apañaba la casa y le ayudaba a asearse ella no paraba de hablar. El hombre la escuchaba atento, tan solo conseguía decirle: “Mujer se arreglará, todo se arregla en esta vida menos la muerte”.
Por fin llegó el final de aquel año tan odioso por todos, una nochevieja ansiada para decir adiós al 2020 y llena de desdicha en la casa de Martina. Ella imaginaba que el espíritu de la navidad, a modo cuento navideño, los visitaría y con su magia, solucionaría el gran problema en el que se encontraban.
Y de alguna manera así ocurrió, un par de días antes de la llegada de los reyes magos, el señor Manolo fallecía dejando a la madre de Martina como única heredera de toda su fortuna. Tras la gran pena que supuso su pérdida lo demás fue una auténtica sorpresa, un milagro o simplemente la recompensa de la vida: “niños las acciones buenas siempre vuelven cuando más las necesitas”.
Javier y Natalia preguntaron: Abuela, entonces ¿existe el espíritu de la Navidad?
-Que la Luna os sonría-
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